lunes, 1 de noviembre de 2010

VIVIENDO MADRID

Me he aficionado en los últimos años, ahora que las responsabilidades me atan menos, a hacer pequeñas visitas a Madrid. Acostumbrada a nuestro mar, a nuestra humedad, a nuestra luz, a nuestra pequeña ciudad aún provinciana para bien y para mal, creo que no podría adaptarme a las grandes dimensiones, al bullicio, al ritmo de la gran urbe para quedarme a vivir, pero he de reconocer que envidio su oferta cultural en algunas parcelas. Suelo combinar las visitas a Museos o el simple pero siempre enriquecedor callejeo durante el día con actuaciones musicales por la noche. 

Aún guardo en la retina cómo disfruté de las obras de Toulouse-Lautrec en el Reina Sofía durante mi penúltimo viaje, museo que todavía no conocía, (imperdonable para cualquier aficionado a la pintura), pero hay tantas cosas que ver sin salir siquiera de nuestra Comunidad... y tan poco tiempo para hacerlo! No hablemos ya del tema económico, que la página puede amoratarse por momentos...

En esta última visita a Madrid teníamos doble sesión musical, viernes noche el musical de 40 Principales y sábado tarde-noche, la presentación del primer disco en solitario de un ya más que cantante, amigo. Quisimos exprimir el fin de semana pero sin agobios, que de eso ya tenemos de sobra, así que como no nos daba tiempo a recorrer un museo, (nos habíamos acostado tarde, noche madrileña y esas cosasss) nuestra propuesta fue un largo paseo por El Retiro, el cual no visitábamos desde la era de los tiempos. A pesar de todo, lo recordaba igual, con sus deportistas, sus familias enteras disfrutando de un día soleado, eso sí, ahora lleno de gente de múltiples nacionalidades, no sólo los turistas sino los inmigrantes afincados, una reproducción del enjambre humano de la Puerta del Sol pero rodeados de verde. Comida frugal, - no era cuestión de llegar empanaos a la Sala - y a prepararse para ir al concierto. Impresionante Fran, como siempre. Nada como disfrutar de buena música en compañía de los amigos para recargar pilas.

                            Palacio de Cristal. El Retiro.               

Domingo ventoso, anunciaba ya los primeros fríos en la capital, pero nos abrigamos y nos dispusimos a callejear por los aledaños de la Plaza Mayor siempre tan concurrida, bullicio familiar entre los numismáticos, las sombrererías, las históricas tiendas de encajes, miradas curiosas,  escrutadoras de los puestos donde se puede encontrar artículos de lo más variopinto, déjà vue de aquellas campañas publicitarias que nos acompañaron en nuestra infancia... tantos recuerdos y... nos perdimos entre tanta callejuela. 
Los madrileños son atentos, muy atentos, es un placer y una sorpresa que te rescaten, sin ni siquiera pedirlo, cuando andas perdida en esa encrucijada que forman los pasillos de Nuevos Ministerios, con lo bien señalado que está el resto del Metro. Son tan atentos, que los viejitos se te quieren llevar a casa de paso que te conducen a la calle donde pretendes llegar, nooooo, de verdad, son muy atentos.
Entre el frío y la caminata habíamos abierto el apetito y no podíamos perdonar, como buenos valencianos que somos, la experiencia gastronómica. Imprescindible la reserva en uno de nuestros restaurantes preferidos, la taberna La Bola, local típico por su decoración, sus clientes, su método de trabajo y cuya especialidad, como no, es el cocido madrileño cocinado en puchero de barro individual, manjar de dioses a módico precio. Recomiendo de postre los buñuelos de manzana con helado. Si le unes una buena compañía, de ahí al cielo. Y nunca mejor dicho, porque de ahí al aeropuerto y sus maravilosas colas.